En la oración de hoy tengamos presentes a todas las victimas del territorio el Nepal y tengamos presentes a todas aquellas que están trabajando allí paara salvar el mayor número de victimas posibles.
Aquí os dejamos una carta escrita por las religiosas del Instituto BVM que nos informan sobre la situación y sobre su labor.
El terremoto de Nepal
Nepal es uno de
los países con renta per cápita más baja del mundo. Aunque los
desastres naturales son inevitables, las consecuencias podrían
haber sido mucho menores de haberse producido en un país con
mayores recursos.
La falta de
personal médico y las malas infraestructuras están dificultando
el salvamento de los heridos.
La ayuda de
emergencia es importante, pero las vidas han de comenzar a
salvarse antes de la catástrofe, apoyando el desarrollo local.
En Fundación Mary
Ward trabajamos desde hace 5 años en la ciudad de Dharan, donde la Red Mary Ward
International tiene el Centro de Desarrollo Nepal Loreto Shiksha
Sadan, a través del cual ofrecemos apoyo a la población más
marginada: el pueblo ‘Sukumbasi’. (Una de las participantes en el programa de alfabetización
de mujeres Sukumbasi en Nepal. Foto: Fundación Mary Ward).
La situación
Como sabréis,
este sábado un gran terremoto de
intensidad 7,8 ha
golpeado Nepal, dejando hasta el momento un total de 3600 muertos en
el país y más de 6500 heridos; una cifra que se eleva en
casi un centenar más si tenemos en cuenta a los fallecidos de países
fronterizos como India y China.
Tras el terremoto, se han producido además varias réplicas de gran
intensidad por lo que la situación sigue siendo de caos y gran
inestabilidad en toda la
zona. De momento, la mayoría de supervivientes no han
podido volver a sus hogares, bien porque estos han sido destruidos o
por miedo a que cedan las estructuras de los edificios, y miles de
personas permanecen en las calles o en algunos de los campamentos
habilitados por el Gobierno de Katmandú, campamentos que no son más
que unas rústicas carpas en las que apenas pueden protegerse de las
lluvias que comenzaron la noche del domingo y que continúan todavía a
estas horas.
A la espera de que llegue la ayuda internacional, comiencen a
restablecerse las comunicaciones (carreteras, telefonía, servicios de
internet…) y se pueda hacer un recuento completo de daños, las
necesidades son enormes y de todo tipo en este pequeño país asiático,
uno de los más pobres del continente. Efectivamente, sus 28 millones
de habitantes tienen una de las rentas per cápita más bajas del mundo
y sobreviven principalmente del turismo, la agricultura y las remesas
que sus jóvenes emigrados envían a sus familiares.
Es, precisamente, esta falta de recursos lo que puede provocar que el
número de fallecidos continúe elevándose de manera exponencial, ya
que el país sufre una importante carencia de personal médico
(dispone de 2,1 doctores por cada
10.000 habitantes, frente a los 37 de España, por ejemplo)
y los hospitales se encuentran totalmente desbordados por el número
de heridos. Muchos de ellos, niños y niñas incluidos, están esperando
en el suelo de los hospitales, mientras que otros se encuentran en
improvisadas tiendas de campaña. Todo ello mientras sus familiares
buscan desesperadamente agua potable para evitar la deshidratación.
También las malas infraestructuras,
absolutamente nada preparadas para resistir en caso de terremoto –a
pesar de que se sabe que es una zona proclive a los movimientos
sísmicos- han aumentado la catástrofe. Como
siempre, son las personas más
empobrecidas quienes terminan sufriendo los peores daños en
situaciones de crisis.
El trabajo de Fundación Mary Ward en Nepal
Como sabéis,
Fundación Mary Ward no se dedica a gestión de crisis ni ofrecemos
ayuda humanitaria (una labor que realizan, excelentemente, otras
organizaciones), sino que estamos centradas
en proyectos de cooperación a largo plazo, que puedan
tener otro tipo de impacto.
Y eso es precisamente lo que desde hace ya varios años hacemos
precisamente en Nepal, en concreto en la ciudad de Dharan (a 400 km. al este de
Katmandú, donde tuvo lugar el epicentro). Allí hemos colaborado con la creación de un
Centro de Desarrollo Local, situado en el área más marginada, donde
vive la población sukumbasi (que significa literalmente
‘sin tierra’, desplazados de las montañas, y que viven en chabolas
junto al río, la zona más peligrosa).
En este centro se ofrece apoyo escolar, clases de alfabetización a
las mujeres, atención sanitaria, prevención de la malnutrición,
tratamiento de la tuberculosis y apoyo a las jóvenes emprendedoras
para que puedan salir adelante. El objetivo es favorecer su
empoderamiento para que puedan acceder en igualdad de condiciones a
los mismos derechos que el resto de la población nepalí.
Que seamos, Señor, manos unidas en oración y en el don. Unidas a tus Manos en las del Padre, unidas a las alas fecundas del Espíritu, unidas a las manos de los pobres.
Manos del Evangelio, sembradoras de Vida, lámparas de Esperanza, vuelos de Paz.
Unidas a tus Manos solidarias, partiendo el Pan de todos. Unidas a tus Manos traspasadas en las cruces del mundo. Unidas a tus Manos ya gloriosas de Pascua.
Manos abiertas, sin fronteras, hasta donde haya manos. Capaces de estrechar el Mundo entero, fieles al Tercer Mundo, siendo fieles al Reino.
Tensas en la pasión por la Justicia, tiernas en el Amor.
Manos que dan lo que reciben, en la gratuidad multiplicada, siempre más manos, siempre más unidas.
Mare nostrum le llamaron los romanos cuando era el centro de una civilización que dio origen a lo que llamamos “occidente”. A sus aguas han mirado generaciones desde las costas españolas a las turcas. También ha sido escenario de batallas y guerras. Serrat le dedicó una preciosa canción cuya melodía nos viene a la cabeza con solo escuchar su nombre: Mediterráneo.
Ahora este legendario mar es un cementerio, de sueños y cadáveres. Esta pasada semana unas mil personas, en dos naufragios, han perdido la vida en sus aguas. El año pasado 3224. Duele cuando la prensa dice que mueren “sin papeles”, “inmigrantes ilegales”, “africanos”. Son mujeres, niñas, hombres, que seguramente con más miedo que otra cosa, se metieron hacinados en barcos pesqueros soñando poder vivir con dignidad al otro lado del mar. Huían de guerras, pobreza, persecución, injusticias, del ISIS… No son personas ricas, como muchas de las que murieron al hundirse el Titanic, y por eso no se harán películas sobre ellas, pero son tan humanas y dignas.
Las migraciones no son una cuestión fácil, pero no podemos dejar que sigan sucediendo estas tragedias. Como el Papa Francisco, todos debemos exigir que se tomen medidas urgentes para que no se repitan. Más allá de políticas de frontera hay que mirar a la persona y exigir que se respeten los derechos humanos, a ambos lados de las fronteras, a ambos lados del mar. Y no podemos olvidar a los muertos. Necesitamos honrarlos, recordarlos, con una oración, un recuerdo, un gesto de dolor y empatía. Son nuestros hermanos, son nuestras hermanas.
otra de nuestras historias de Manos Unidas, que tiene que ver con esta reflexión que acabamos de hacer
Continuamos con estos vídeos que construyen Reino de Dios, No sin olvidar a todas las personas que ayer sufrieron una desgracia. Un profesor de Barcelona dejo su vida en un acontecimiento trágico, y más de 700 inmigrantes murieron cuando iban a ser rescatados enfrente de las costas italianas. Tengamos un momento de oración para ellos
Es tiempo de Pascua. Tiempo de encontrarnos con Jesús resucitado. tiempo de darnos cuenta de que sí se puede, de que hay esperanza. de que cambiando pequeñas cosas, podemos cambiar el mundo. Así nos lo muestran los vídeos realizados por alumnos de 3º ESO. Son los vídeos presentados al festival de Manos Unidas: 1 minuto para cambiar el mundo.
Hoy ese deseo de cambiar el mundo, como Jesús hizo, lo hacemos oración a través de estos dos vídeos.
La Resurrecion de Jesucristo es el acontecimiento de mayor trascendencia para toda la humanidad, habre la puerta hacia la vida eterna y la inmortalidad.
Un día dos amigos estaban caminando por el camino a Emaús. Algo terrible sucedió tres días antes. Jesús había sido colgado en la cruz y crucificado. Ellos estaban tristes y enojados por esto. Mientras estaban hablando acerca de lo que pasó Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Ellos no sabían que era Jesús. Ellos suponían que era alguien caminando a lo largo del camino. Jesús les preguntó porque estaban tan tristes.
Uno de los dos hombres, Cleofas, explicó que estaban seguros de que Jesús era una persona elegida por Dios para salvar a los hijos de Israel. Él le contó que Jesús había sido crucificado y como algunas mujeres habían ido a la tumba esa mañana pero su cuerpo no estaba allí. Las mujeres habían visto ángeles que decían que Jesús estaba vivo.
Luego Jesús comenzó a explicarles todo a través de las escrituras de Moisés y los profetas que todas estas cosas fueron escritas acerca de Dios antes que sucedieran. Como ellos escuchaban que sus corazones estaban felices de escuchar la buena noticia de que Jesús sufrió para salvar a su gente. El mismo autor de la Biblia les estaba explicando las escrituras y esto los puso contentos. Pero recuerda que ellos todavía no se dieron cuenta que era Jesús. Ellos querían pasar más tiempo con este extraño pero el actuó como si tuviese que continuar su viaje.
Ellos le suplicaron que se quedara a cenar. Cuando se sentó a comer él tomó el pan, lo bendijo, y lo partió, y se los dio. Y sus ojos estaban abiertos, y lo conocieron, y desapareció de su vista. ¡Esta era la pascua y el Señor Jesús resucitado desapareció justo en frente de ellos!
Algunas veces cosas malas le suceden a la gente buena. A Jesús lo habían matado y era difícil de explicar por qué Dios permitiría que suceda tal cosa. Podríamos perder a un amigo querido en un accidente de auto. Nuestro padre podría perder su trabajo. Podríamos tener una mascota que amemos mucho que muera. Un tornado, un huracán, una inundación podrían dañar o destruir nuestro hogar. No entendemos cual es el propósito de Dios para nosotros cuando suceden esas situaciones, pero Dios está con nosotros incluso en los tiempos tristes cuando nuestros corazones se están rompiendo.
Jesús caminó justo al lado de los dos hombres en el camino de Emaús. Jesús está con nosotros todo el tiempo no importa lo que suceda. Podemos estar felices por eso!
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos regresaron entonces a su casa. María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo». Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!». Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes». María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990
El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: «Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día». Y las mujeres recordaron sus palabras. Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles, pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron. Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por que había sucedido. EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990
Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?» Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas. pero él les dijo: «No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho». Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo. EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990
Retomamos el curso, y en estos días quiero compartir con vosotras y vosotros los relatos de los evangelistas Marcos, Mateo, Lucas y Juan.
Hoy comenzamos con mateo
La resurrección de Jesús
Evangelio según San Mateo (Mateo 28, 1-7)
Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Angel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos. El Angel dijo a las mujeres: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán». Esto es lo que tenía que decirles». EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990
Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Angel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos. El Angel dijo a las mujeres: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán». Esto es lo que tenía que decirles». EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990
Evangelio según San Marcos (Marcos 16, 1-8)
Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?» Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas. pero él les dijo: «No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho». Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo. EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990
Evangelio según San Lucas (Lucas 24, 1-12)
El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: «Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día». Y las mujeres recordaron sus palabras. Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles, pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron. Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por que había sucedido. EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990
Evangelio según San Juan (Juan 20, 1-18)
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos regresaron entonces a su casa. María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo». Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!». Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes». María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras. EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990