Tras el terremoto, se han producido además varias réplicas de gran
intensidad por lo que la situación sigue siendo de caos y gran
inestabilidad en toda la
zona. De momento, la mayoría de supervivientes no han
podido volver a sus hogares, bien porque estos han sido destruidos o
por miedo a que cedan las estructuras de los edificios, y miles de
personas permanecen en las calles o en algunos de los campamentos
habilitados por el Gobierno de Katmandú, campamentos que no son más
que unas rústicas carpas en las que apenas pueden protegerse de las
lluvias que comenzaron la noche del domingo y que continúan todavía a
estas horas.
A la espera de que llegue la ayuda internacional, comiencen a
restablecerse las comunicaciones (carreteras, telefonía, servicios de
internet…) y se pueda hacer un recuento completo de daños, las
necesidades son enormes y de todo tipo en este pequeño país asiático,
uno de los más pobres del continente. Efectivamente, sus 28 millones
de habitantes tienen una de las rentas per cápita más bajas del mundo
y sobreviven principalmente del turismo, la agricultura y las remesas
que sus jóvenes emigrados envían a sus familiares.
Es, precisamente, esta falta de recursos lo que puede provocar que el
número de fallecidos continúe elevándose de manera exponencial, ya
que el país sufre una importante carencia de personal médico
(dispone de 2,1 doctores por cada
10.000 habitantes, frente a los 37 de España, por ejemplo)
y los hospitales se encuentran totalmente desbordados por el número
de heridos. Muchos de ellos, niños y niñas incluidos, están esperando
en el suelo de los hospitales, mientras que otros se encuentran en
improvisadas tiendas de campaña. Todo ello mientras sus familiares
buscan desesperadamente agua potable para evitar la deshidratación.
También las malas infraestructuras,
absolutamente nada preparadas para resistir en caso de terremoto –a
pesar de que se sabe que es una zona proclive a los movimientos
sísmicos- han aumentado la catástrofe. Como
siempre, son las personas más
empobrecidas quienes terminan sufriendo los peores daños en
situaciones de crisis.
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