¿Cuándo voy a empezar a vivir resucitado? ¿Tengo que esperar a morir para asomarme a tu gloria? ¿Es el único paso posible? Tal vez, pero, por otra parte, ¿no hay en la vida muchas cosas pequeñas –o inmensas– que van muriendo y naciendo de nuevo, distintas, mejores, reconciliadas? ¿Y no hay sepulcros esperando vaciarse? En mí y en otros. La vida ya está llamada a ser pascua, a vivirse en esa tensión insalvable entre la entrega y la acogida, el dolor y la dicha infinita, la vida entregada y la VIDA recibida…
Son los momentos de plenitud. Cuando cantan los ojos y el corazón. Cuando los sueños se ven más posibles. Cuando el perdón se da o se recibe, sin condiciones, sin rescoldos de amargura. Cuando de la semilla pequeña brota, imparable, un tronco fuerte. Es la sonrisa tranquila del que no se deja vencer en la tribulación. Es la palabra que habla verdad y desencadena encuentros. Es la oración que me enciende cuando no encuentro un horizonte claro. Es esa alegría de los que no complican las cosas sencillas. Es el amor que no exige. Es esa resurrección que YA se asoma en nuestras vidas.
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