Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y cuidadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
29 Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer.
30 Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así.
31 Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto.
Desde la visión cristiana, Dios nos ha dado la tierra para que podamos vivir en ella. Nos dice que la cuidemos porque esta es la única manera de poder sobrevivir generación tras generación.
Bajo el pretexto de que nos ha "dado" la tierra, creemos que podemos hacer con ella lo que nos de la gana para sacar un beneficio, pero no es así. el siguiente vídeo, nos plantea una reflexión para esta cuaresma.



Otra Cuaresma que llega. Y uno puede, con cierto aire de rutina, multiplicar las alusiones al desierto, al ayuno, a la limosna y a la oración. Con la regularidad de todo lo que, en la vida, es habitual. Con la tranquila cadencia del año litúrgico. Con la normalidad del paso de las estaciones. Ahora toca la seriedad y el rigor, como en el futuro tocará la alegría. Y luego la vida ordinaria… Pero, esto de que toca, ¿no es un poco triste? ¿No resulta como demasiado poco espontáneo?
Así que olvidemos lo que toca. Olvidemos el desierto por decreto, el ayuno de temporada y la limosna de ocasión. Olvidemos la conversión urgida y la oración metida en la vida con calzador. Y empecemos a pensar en regar las semillas de actitudes que son necesarias toda la vida. Y si nos paramos ahora a detectarlas, es más como cultivar una planta que ha de crecer que como contemplar un paisaje que ha de cambiar en unas semanas.
¿Qué podemos cultivar estas semanas? El desierto como actitud de silencio, de vaciamiento y de soledad. Para no andar siempre de atracción en atracción, en la feria de las vanidades. La oración como búsqueda del Dios que se hace difícil en esta cultura. Y como escucha verdadera y profunda de la palabra de Jesús, que se siga haciendo maestro y guía. La limosna como amor compasivo, que piensa no solo en dar peces, sino también cañas y respuestas. El ayuno como respuesta austera a un mundo que constantemente excita nuestros apetitos. La conversión como lo contrario al apoltronamiento, es decir, saber que siempre hay obras que hacer dentro y fuera, para que la vida sea más habitable.


