Me gustaría que alguien contase, en el día de mi muerte, que Martín Luther King trató de vivir en el servicio al prójimo. Me gustaría que alguien dijera en aquel día que Martin Luther King trató de amar a alguien.
Ese día quiero que podáis decir que traté de ser justo y que quise caminar junto a los que actuaban en justicia, que puse mi empeño en dar de comer al hambriento, que siempre traté de vestir al desnudo. Quiero que digáis ese día que dediqué mi vida a visitar a los que sufrían en las cárceles. Y quiero que digáis que intenté amar y servir a los hombres.
Sí. Y si queréis, decid también que fui un heraldo. Un heraldo de la justicia. decid que fui un heraldo de la paz. Que fui un heraldo de la equidad. Y todas las otras cosas superficiales (Premio Nobel de la Paz de 1964) no tendrán ninguna importancia.
No tendré dinero para dejar cuando me vaya. No dejaré tampoco las comodidades y los lujos de la vida. Porque todo lo que quiero dejar a mi partida es una vida de entrega.
Y esto es lo que os tengo que decir. Si a alguien pude ayudar al encontraros a lo largo del sendero, si a alguien pude hacerle ver que había escogido el mal camino, entonces MI VIDA NO HABRÁ SIDO EN VANO.
Si consigo cumplir mis deberes tal y como debe cumplirlos un cristiano, si consigo defender el mensaje que enseñó el Maestro, entonces MI VIDA NO HABRÁ SIDO EN VANO.
Martin Luther King
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