7. El árbol de mis amigos
Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por
el simple hecho de haberse cruzado en nuestro camino. Algunas recorren el
camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar, sin embargo, otras apenas
vemos entre un paso y otro. A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de
ellos. Tal vez cada hoja de un árbol caracteriza a uno de nuestros amigos: Las
primeras hojas que nacen del brote son nuestro amigo papá y nuestra amiga mamá,
quienes nos muestran lo que es la vida. Después vienen los amigos hermanos, con
quienes dividimos nuestro espacio para que puedan florecer como nosotros.
Pasamos a conocer a toda la familia de hojas a quienes respetamos y deseamos el
bien. Mas el destino nos presenta a otros amigos, los cuales no sabíamos que
irían a cruzarse en nuestro camino. A muchos de ellos los denominamos amigos
del alma, de corazón. Son sinceros, son verdaderos. Saben cuando no estamos
bien, saben lo que nos hace ser felices. A veces uno de esos amigos del alma
estalla en nuestro corazón y entonces es llamado un amigo enamorado. Ese da
brillo a nuestros ojos, música a nuestros labios, saltos a nuestros pies. Mas
también hay de aquellos amigos por un tiempo, tal vez unas vacaciones o unos
días o unas horas. Ellos acostumbran a colocar muchas sonrisas en nuestro
rostro durante el tiempo que estamos cerca. Hablando de cerca, no podemos
olvidar a amigos distantes, aquellos que están en la punta de las ramas y que
cuando el viento sopla siempre aparecen entre una hoja y otra. El tiempo pasa,
el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos algunas de nuestras hojas,
algunas nacen en otro verano y otras permanecen por muchas estaciones. Pero lo
que nos deja más felices es que las que cayeron continúan cerca, alimentando
nuestra raíz con alegría: son recuerdos de momentos maravillosos de cuando se
cruzaron en nuestro camino.
Te deseo, hoja de mi árbol: paz, amor, salud, suerte y prosperidad.
Hoy y siempre...
Simplemente porque cada persona que pasa y nos toca en
nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí misma y se lleva un poco de
nosotros. Habrá los que se llevarán mucho, pero no habrá de los que no nos
dejarán nada.
Esta es una responsabilidad en nuestra vida y la prueba
evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad.
¡Que el Señor te permita llenar tu árbol de hojas amorosas!
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