Mañana, hijo mío, todo será distinto.
Se marchará la angustia
por la puerta del fondo,
que han de cerrar para siempre
las manos de los hombres nuevos.
Reirá el campesino sobre la tierra
suya,
florecida en los besos de su trabajo
alegre.
No serán prostitutas las hijas del
obrero,
ni las del campesino;
pan y alegría habrá en su trabajo
honrado,
se acabarán las lágrimas del hogar
proletario.
Mañana, hijo mío, todo será distinto.
Sin látigo ni cárcel, ni bala de fusil
que supriman ideas.
Caminarás por las calles de tus
ciudades,
en tus manos las manos de tus hijos,
como yo no puedo hacer contigo.
No encerrará la cárcel tus años
juveniles
como cierran los míos:
no morirás en el exilio, temblorosos
los ojos,
anhelando el paisaje de la patria,
como murió mi padre.
Mañana, hijo mío, todo será distinto.
(Edwin
Castro, poeta nicaragüense escribió este poema a su hijo días antes de morir en
la cárcel)
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