No hay caminos en mi vida, Señor;
apenas senderos
que
hoy abro y mañana desaparecen.
Yo
estoy en la edad de los caminos:
caminos
cruzados, caminos paralelos.
Yo
vivo en encrucijada
y
mi brújula, Señor,
no
marca el norte.
Yo
corro cansado hacia la meta
y
el polvo del camino
se
me agarra a cada paso,
como
la oscuridad a la noche.
Yo
voy a galope caminando,
y
a tientas busco un rastro,
y
sigo unas pisadas. Y me digo:
¿Dónde
me lleva el camino?
a
lo largo de mi vida un camino?
¿Cuál
es el mío?
Si
Tú me lo has dado
me
pertenece.
¿Dónde
me lleva? Si Tú lo has trazado
quiero
saber la meta.
¿Voy
solo? ¿Camino en grupo?
Tengo
miedo que mi cantimplora
y
mi mochila se queden vacías
y
a mi lado nadie comparta conmigo.
Señor,
Tú sales al paso en mi camino
para
marcar mi rumbo.
Es
tu voz, hecha llamada,
quien
me indica, palmo a palmo,
mi
ruta por el llano
o
la montaña escarpada.
Es
tu voz, hecha llamada,
quien
me arranca de mi siesta,
de
mi vida fácil y segura,
de
los míos y de lo mío.
Es
tu voz, hecha llamada,
quien
me lanza a ser apoyo,
y
servicio, y comprensión, y alegría,
y
ayuda... de los otros.
Es
tu voz, hecha llamada,
quien
me arranca de mí,
y
me hace grupo.
Señor,
yo busco tu camino (sólo uno),
y
me fío de tu Palabra.
Dame
fuerza, tesón a cada paso
para
caminar contigo.
Dame
un grupo de amigos decididos,
prontos
a la marcha.
Llevaremos
nuestra tienda
te
llevaremos con nosotros,
y
serás cada día,
quien
oriente nuestra marcha.
Yo
busco ahora un camino, Señor.
Tú,
que eres Camino,
da
luz verde a mi vida
pues
a abrir camino Tú me llamas.
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