A
los pies de mi África que está,
hace
cuatrocientos años crucificada,
y
no obstante palpita todavía,
permite,
Señor, que te dirija
una
plegaria de paz y de perdón...
¡Señor,
perdona a la Europa blanca!
Ya
que necesitan tu perdón, Señor,
los
que cazaron a mis hijos
como
elefantes salvajes
y
los subyugaron a latigazos,
e
hicieron de ellos las manos negras
de
los que tenían las manos blancas.
Ya
que necesitan tu perdón
los
que deportaron
diez
millones de mis hijos
en
las bodegas de sus naves,
y
eliminaron a doscientos millones,
y
me han procurado una vejez solitaria
en
las selvas de mis noches
y
en la sabana de mis días.
Señor,
mi vista se ofusca,
y
la serpiente del odio yergue su cabeza
en
mi corazón, aquella serpiente
que
creíamos muerta.
Abátela,
Señor,
puesto
que debo proseguir mi camino...
Bendice
a este pueblo, Señor,
que
busca sus propios rasgos
bajo
la máscara
e
intenta reconocerlos.
Que
busca en el frío, en el hambre que roe
sus
entrañas y sus huesos...
Bendice
a este pueblo
que
rompe sus cadenas,
bendice
a este pueblo que vive en la frontera
que
separa a los silenciosos hambrientos
de
los poderosos y torturadores.
Y
con él a todos los pueblos del mundo
por
cuyos rostros corren sudores
de
sangre y sufrimiento.
Y
entre estas inmensas multitudes,
mira
los rostros inquietos de mi pueblo,
y
concede a sus manos ardientes
poder
enlazarse con otras manos fraternas
que
acordonen la tierra,
bajo
el arco iris de la paz.
Leopoldo Sedar Senghor. Presidente Senegal.
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