La vocación no tiene límites
La historia de Felipe nos vuelve a corroborar que no hay límites en la vocación, que la entrega por aquello que te arrebata el corazón no tiene fronteras ni excusas.
Vega-Arango, formado en la escuela deportiva de Mareo del Sporting de Gijón, no tuvo inconveniente en cruzar el planeta para ir hasta las Islas Salomón y ponerse a entrenar al fútbol en un país pobre donde hay una elevadísima tasa de paro. El fútbol se ha convertido en un motivo de ilusión y esperanza en un país con grandes dificultades para crecer.
La labor de este asturiano nos recuerda que el brillo de los focos mediáticos o las grandes cantidades de dinero no son el único motor para emprender proyectos en nuestra vida. El reconocimiento de una vocación deportiva, educativa, o religiosa no pide popularidad sino camino para expandirse y tiempo para desarrollarse. El mundo se queda pequeño cuando el deseo quiere materializarse, hacerse realidad, aterrizar entre las gentes. No importan el idioma, el clima o el contexto, lo único que importa es creer y confiar en ese pálpito que surge en el interior y que pide salir para hacerse realidad.
Posiblemente la selección de Islas Salomón nunca ganará un mundial de fútbol pero eso no eliminará el esfuerzo, la dedicación y formación que está aportando la labor de Vega-Arango en tantos jóvenes en situaciones complicadas en los archipiélagos tropicales de Oceanía.
Un trabajo silencioso y oculto en un lugar recóndito del mundo no deja de ser una luz de esperanza en medio del clamor mediático del mundo del deporte que se entrega a la difusa batalla de la popularidad. Cuando pensamos que sólo tiene valor aquello que aparece en las redes sociales o en la prensa de gran tirada, nos encontramos con ejemplos como el de Felipe que nos recuerda dónde está el sentido de las cosas. No es lo que hacemos sino desde dónde lo hacemos. No es lo que buscamos sino para quién lo hacemos.
Quizá sea buen momento para preguntarnos por nuestra vocación. Quizá sea buen momento para examinar nuestras vidas y preguntarnos si estamos haciendo aquello que 'estamos llamados' a hacer. Quizá sea buen momento para emprender el camino que nos lleve a la gran aventura de nuestra vida que, sin saber dónde ni con quién, nos traiga la mayor felicidad que jamás pensábamos recibir. Quizá sea el momento de decir «sí, voy» a aquello que tanto tiempo lleva sonando dentro de ti. Quizá, hoy, sea el momento.
Javier Bailén, SJ
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