Hijo de una familia de campesinos,
Casaldaliga fue ordenado sacerdote en Monjuit (Barcelona) y se unió a la orden
de los Claretianos.
En junio de 1968 se trasladó como
misionero al estado del Mato Grosso en Barsisl. Fue ordenado
obispo de Sao Felix, una de las más extensas del país, ocupando una
superficie de cerca de 150.000 km², habitados en su mayor parte por
indígenas. João Bosco, su vicario (delegado del obispo), llegó a ser asesinado
por unos sicarios que confundieron a Bosco con el propio Casaldáliga . En esos momentos
recibió total apoyo del Vaticano especialmente
por parte del papa Pablo VI, pero esto no siempre sería así.
Aunque jamás ha regresado a Españay
siempre se ha mostrado reacio a viajar por miedo a no poder entrar de nuevo en
Brasil. En 1988 viajó
hasta el Vaticano y fue recibido en audiencia por el Papa. La visita no fue
plenamente satisfactoria y unos meses más tarde recibió una seria advertencia
por parte de la Santa Sede que criticó su apoyo la Teología de la
Liberación entre otras.
Al cumplir los 75 años, a Casaldáliga se
le recordó desde el Vaticano que —como todos los obispos al llegar a esa edad—
tenía que presentar su dimisión. El religioso decidió permanecer en la diócesis
que había presidido durante más de 35 años, reclamando la participación de la
comunidad en la elección de su sucesor,1 a
pesar de que la Santa Sede le recomendó abandonar el país. Enfermo de parkinson desde
hace algún tiempo, Pedro Casaldáliga no quiso abandonar la lucha por la defensa
de los derechos de los menos favorecidos.
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