¿Quién no tiene broncas, discusiones o desencuentros con gente? ¿Quién no se encuentra, alguna vez, atrapado en una situación tensa, a veces con alguien querido, y otras veces con personas a quienes quizás ni conoces? Y es verdad que somos gente de paz, que queremos vivir en armonía, concordia, y que lo de «bienaventurados los mansos» lo tomamos en serio. Pero es tan humano el no entenderse, el tener perspectivas diferentes y el enfadarse… Sin embargo, precisamente porque somos humanos, a veces tendremos bronca…
«Señor, tus obras son justas; tú actúas con misericordia y lealtad, tú eres el juez del mundo» (Tob 2, 2)
Si hubiera que dar un consejo sobre cómo vivir los conflictos, probablemente uno de los buenos sería «no conviertas en personal lo que no lo es». Normalmente uno de los saltos más excesivos, y a menudo hirientes, es el que pasa del disgusto por una acción a la descalificación de una persona. Puede ser que no me guste esto que has hecho. Pero de ahí a decirte que «eres…» hay un salto que, casi siempre, es injusto. Las personas no somos tan fácilmente catalogables. Somos complejos, somos difíciles. Tengamos razón o no, lo que tenemos son motivos para lo que hacemos. Y aprender a descubrir los motivos ajenos, saber leer las otras batallas, es el único camino para no convertir las tensiones en guerras. Jesús mismo se enfrentó a mucha gente, muchas veces. Pero, condenando acciones e hipocresías, una y otra vez tendía la mano a las personas. Acaso, si Dios haciéndose humano, como nosotros, lo hizo,¿ no podremos hacer nosotros lo mismo?
En esta cuaresma te planteamosesta pregunta para que reces y reflexiones.
¿Eres capaz de no convertir en personales los conflictos, roces, enfrentamientos?
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