Si nos encontrásemos con Dios, nos pondríamos las mejores ropas, le invitaríamos a pasar a nuestra casa, y le pondríamos la mejor comida. El caso es que somos reflejo de Dios y Él se manifiesta en cualquiera de nosotros. Es el desconocido que va en el autobús, el que pide en la calle, el que me cruzo en la acera, o al que saludo al coger el pan. El caso es que si tuviéramos a Dios enfrente haríamos todas esas cosas que al principio he comentado, y la pena es ¿porque no lo reconocemos en todas estas personas?
Por otro lado, ¿qué le preguntaríamos?, ¿qué le diríamos?. Puede que muchas cosas, o ninguna. Primero tratemos de aceptarnos como somos, patanes, ágiles, guapos feos, altos, bajos, gordos, flacos... pues hemos sido creados A SU IMAGEN Y SEMEJANZA , lo cual hace que ÉL esté en nosotros.
Luego empecemos a descubrirlo en el otro, en el prójimo, el cual también ha sido creado a IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS en esta cuaresma a preguntarle por lo que necesita el prójimo
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