¿Quién nos convierte?
Al comenzar la Cuaresma se nos invita a
la conversión. Pero eso no es un empeño voluntarista, ni un cúmulo de
propósitos que uno mismo tenga que lograr. Es Dios quien nos convierte,
cuando le dejamos. Es Dios quien transforma nuestras vidas y les da hondura
y plenitud. Es Dios quien nos hace madurar y crecer, asumir la vida con toda su
complejidad. El Dios que, infatigable, está trabajando en cada uno de nosotros…
Conversión (I)
Sigue curvado sobre mí, Señor
remodelándome,
aunque yo me resista.
¡Qué atrevido pensar que tengo yo mi llave!
¡Si no sé de mí mismo!
Si nadie, como Tú, puede decirme
lo que llevo en mi dentro.
Ni nadie hacer que vuelva
de mis caminos
que no son como los tuyos.
Sigue curvado sobre mí
tallándome
aunque, a veces, de dolor te grite.
Soy pura debilidad, ?Tú bien lo sabes?,
tanta, que, a ratos,
hasta me duelen tus caricias.
Lábrame los ojos y las manos,
la mente y la memoria,
y el corazón, ¿qué es mi sagrado?,
al que no Te dejo entrar cuando me llamas.
Entra, Señor, sin llamar, sin mi permiso.
Tú tienes otra llave, además de la mía,
que en mi día primero Tú me diste,
y que empleo, pueril, para cerrarme.
Que sienta sobre mí tu ‘conversión’
y se encienda la mía
del fuego de la Tuya, que arde siempre,
allá en mi dentro.
Y empiece a ser hermano,
a ser humano,
a ser persona.
remodelándome,
aunque yo me resista.
¡Qué atrevido pensar que tengo yo mi llave!
¡Si no sé de mí mismo!
Si nadie, como Tú, puede decirme
lo que llevo en mi dentro.
Ni nadie hacer que vuelva
de mis caminos
que no son como los tuyos.
Sigue curvado sobre mí
tallándome
aunque, a veces, de dolor te grite.
Soy pura debilidad, ?Tú bien lo sabes?,
tanta, que, a ratos,
hasta me duelen tus caricias.
Lábrame los ojos y las manos,
la mente y la memoria,
y el corazón, ¿qué es mi sagrado?,
al que no Te dejo entrar cuando me llamas.
Entra, Señor, sin llamar, sin mi permiso.
Tú tienes otra llave, además de la mía,
que en mi día primero Tú me diste,
y que empleo, pueril, para cerrarme.
Que sienta sobre mí tu ‘conversión’
y se encienda la mía
del fuego de la Tuya, que arde siempre,
allá en mi dentro.
Y empiece a ser hermano,
a ser humano,
a ser persona.
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