Del evangelio de Lc 19,1-10
Convocó a los Doce y les confirió poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades. [2] Y los envió a proclamar el reino de Dios y a sanar [enfermos]. [3] Les dijo: —No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero, ni dos túnicas. [4] En la casa en que entréis permaneced hasta que os marchéis. [5] Si no os reciben, al salir de la ciudad sacudíos el polvo de los pies como protesta contra ellos. [6] Cuando salieron, recorrieron las aldeas anunciando la Buena Noticia y sanando enfermos por todas partes. [7] Herodes se enteró de todo lo sucedido y estaba desconcertado; porque unos decían que era Juan resucitado de la muerte, [8] otros que era Elías aparecido, otros que había surgido un profeta de los antiguos. [9] Herodes comentaba: —A Juan yo lo hice decapitar. ¿Quién será éste de quien oigo tales cosas? Y deseaba verlo. [10] Los apostoles volvieron y le contaron cuanto habían hecho
La predilección de Jesús es por todos los que están perdidos, a quienes busca sin cesar; la alegría que provoca el encuentro con él; la salvación que se regala a todos; y la exigencia moral del seguidor de Jesús de compartir sus bienes con los demás y abrir su casa y sus manos. ¿Qué resistencias tengo yo a acoger al desconocido? Debemos hacer lo posible por acercarnos con quien estamos distantes. Ahí debemos presentar una oferta de paz, confianza, fraternidad y de perdón. Debemos poner nombre y rostros a las personas y de esa forma apreciarlas y tratarlas con normalidad, así podrán "elevar su estatura" y reencontrarse con la alegría de vivir. Solo cuando descubrimos en ellos caras y rostros concretos, se nos permitirá afrontar el problema, que tiene solución, desde la clave de la relación y de la humanidad. Lo que nos humaniza es la relación.
Convocó a los Doce y les confirió poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades. [2] Y los envió a proclamar el reino de Dios y a sanar [enfermos]. [3] Les dijo: —No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero, ni dos túnicas. [4] En la casa en que entréis permaneced hasta que os marchéis. [5] Si no os reciben, al salir de la ciudad sacudíos el polvo de los pies como protesta contra ellos. [6] Cuando salieron, recorrieron las aldeas anunciando la Buena Noticia y sanando enfermos por todas partes. [7] Herodes se enteró de todo lo sucedido y estaba desconcertado; porque unos decían que era Juan resucitado de la muerte, [8] otros que era Elías aparecido, otros que había surgido un profeta de los antiguos. [9] Herodes comentaba: —A Juan yo lo hice decapitar. ¿Quién será éste de quien oigo tales cosas? Y deseaba verlo. [10] Los apostoles volvieron y le contaron cuanto habían hecho
La predilección de Jesús es por todos los que están perdidos, a quienes busca sin cesar; la alegría que provoca el encuentro con él; la salvación que se regala a todos; y la exigencia moral del seguidor de Jesús de compartir sus bienes con los demás y abrir su casa y sus manos. ¿Qué resistencias tengo yo a acoger al desconocido? Debemos hacer lo posible por acercarnos con quien estamos distantes. Ahí debemos presentar una oferta de paz, confianza, fraternidad y de perdón. Debemos poner nombre y rostros a las personas y de esa forma apreciarlas y tratarlas con normalidad, así podrán "elevar su estatura" y reencontrarse con la alegría de vivir. Solo cuando descubrimos en ellos caras y rostros concretos, se nos permitirá afrontar el problema, que tiene solución, desde la clave de la relación y de la humanidad. Lo que nos humaniza es la relación.
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